jueves, 16 de marzo de 2017

ECO-SISTEMAS ESCOLARES Y CLIMA ESCOLAR

CLIMA ESCOLAR

Ketty Herrera Mendoza
Reinaldo Rico Ballesteros



RESUMEN


Herrera, K., Rico, R., & Cortés, O. (2014). El clima escolar como elemento fundamental de la convivencia en la escuela. Escenarios, 12(2), 7-18. Agosto 20 2014


El desarrollo de la variable “Clima escolar” tiene como antecedente el concepto de “Clima Organizacional”, que desde la psicología social, toma elementos de la teoría general de sistemas en su afán por comprender el comportamiento de los individuos en los escenarios laborales y se extiende al estudio de otro tipo de fenómenos sociales desde una concepción integradora (Rodríguez, 2004). Específicamente, para la definición de “Clima escolar” confluyen diversas teorías psicosociales, relacionadas con la interacción entre necesidades y motivaciones de las personas con los factores de tipo social. Tales teorías tienen sus inicios en los postulados de Kurt Lewin (1890 – 1947) analizados a partir de Lacouture (1996), basados en el modelo interaccionista, y que posteriormente se expandieron en Estados Unidos, con los aportes de Murray (Cornejo y Redondo, 2001).

En este sentido, el clima escolar será definido teniendo en cuenta las percepciones de los miembros del entorno educativo en cuanto a las relaciones interpersonales establecidas entre ellos. Dicho en otros términos, el clima escolar hace referencia a los procesos de interacción que se generan entre diversos actores en un contexto y momento determinado, en el que se presenta un intercambio de estímulos, de respuestas, de compartir las diferencias o consentir las mismas de acuerdo a su nivel social y estado psicológico. De acuerdo con Arón y Milicic (1999), los climas escolares pueden clasificarse en climas nutritivos y tóxicos.

Los climas nutritivos, ofrecen a las personas la sensación de motivación a participar en todas las actividades que se establecen en la escuela, poseen disposición y entusiasmo por aprender y en general aquellas actividades en donde se generan procesos de interacción que favorecen una convivencia positiva. En los climas escolares positivos existe interés por el aprendizaje continuo a nivel académico y social, hay respeto entre los profesores y alumnos, confianza, preocupación por las necesidades de los miembros de la institución, posibilidad de cambio y desarrollo, alta moral, cohesión entre todos y posibilidad de que todos puedan involucrarse en las decisiones de la escuela, mediante el aporte de sus ideas. Asimismo, el clima escolar nutritivo permite un ambiente físico adecuado para las actividades escolares cotidianas, reconocimiento y valoración de críticas y castigos y realización de actividades divertidas, entretenidas y variadas, lo cual genera condiciones que garantizan el mejoramiento de habilidades tanto académicas como sociales en los miembros de la comunidad educativa (Arón y Milicic, 1999).
Por el contrario, los climas tóxicos, se caracterizan por evidenciar una convivencia negativa, interacciones que se derivan en conflictos no favorables para los procesos de enseñanza-aprendizaje ni de interacción entre los miembros de la comunidad educativa. Específicamente, los ambientes negativos obstaculizan el desarrollo de los estudiantes puesto que generan en ellos irritación, estrés, falta de interés y motivación por desarrollar habilidades académicas y sociales, sensación de agotamiento físico y desesperanza; mientras que en los docentes ocasiona un desviamiento de la atención, motivación y compromiso para contribuir a mejorar la visión de futuro de la escuela. Adicionalmente, el clima tóxico puede conducir a que los estudiantes manifiesten apatía por asistir a la escuela y participar en las actividades realizadas en ella, percepción ampliada en los aspectos negativos e interacciones que inevitablemente, en la mayoría de los casos terminan en conflictos (Arón y Milicic, 1999; Ascorra, Arias y Graff, 2003).

El contexto o perímetro donde se encuentran las instituciones educativas se mueven en la cotidianidad del consumo de alcohol, altas tasas de desempleo, la delincuencia, la recurrencia de la drogadicción, la emergencia del microtráfico que se refleja al interior del centro por medio del hurto como forma de subsistencia, y la organización de pandillas juveniles como formas de visibilizar “poder” ante sus pares y al mismo centro de formación; sin desconocer una variable que arroja el observatorio, como es la desnutrición que se asocia a la línea de pobreza, como factor de escalada en el conflicto escolar. Estos resultados se articula  funcionalmente con los aportes de García-Pujadas, Pérez-Almaguer, y Hernández-Batista, R. (2013) en su estudio sobre los factores asociados con la convivencia escolar en el nivel secundario y en particular frente al rol de los adolescentes y sus modelos de interacción social escolar.

En ese orden de ideas, puede apreciarse que al interior de las escuelas existen algunos lugares donde se desarrolla el conflicto escolar: el salón de clases, para posteriormente, señalar que también se registra este fenómeno en las afueras del colegio. Lo anterior supone en primera instancia que algunos hechos de disrupción sean catalogados como manifestación del conflicto escolar en el caso del aula, y en segunda instancia, la elaboración de mutuos acuerdos para el desarrollo de la manifestación de la violencia por fuera del colegio ante las disposiciones disciplinarias que este hecho podría generar. Obsérvese que este planteamiento, aplica para los escenarios deportivos. Igualmente, llama la atención que las redes sociales son también infraestructura para el desarrollo de los conflictos escolares; sin embargo, esta en los dos años ha mantenido su tendencia baja.
Es decir, la web sigue utilizándose como instancia para el conflicto, mediando a través de esta los apodos y la  burlas. Es de considerar que dichas manifestaciones de conflicto e incluso violencia entre pares escolares se generan según el objeto y alcance de la investigación en estudiantes que están entre 13 a 15 años, incluso se observa que hay un incremento de conflictos entre pares de 16 a 18 años.

De lo anterior se desprende que el primer grupo absorbe el conjunto de estereotipos que la sociedad en su generalidad expone, máxime en estos dos últimos años, cuando en los medios masivos de comunicación se hace apología al delito, al uso de las acciones violentas para darle solución a un problema, las manifestaciones de ofensas verbales entre mandatarios, la polarización de la misma sociedad, entre otras. Estos hallazgos se relacionan con los aportes de García & Cubo (2009  quienes formulan un plan acciones estratégicas para el mejoramiento del clima escolar.
En dichas interacciones conducentes al conflicto escolar, se identifica el rol de los actores: víctima, victimario y observadores; de donde se aprecia un aumento de los victimarios en detrimento de sus víctimas y un grupo significativos de observadores que se masifican cuando a la víctima se le acosa. Esta última en una asimetría de poder sufre física y psicológicamente por el cúmulo de agresiones recibidas.
En este sentido Kröyer, Muñoz & Ansorena (2012) recomiendan el desarrollo de modelos normativos ajustados al contexto escolar que permitan generar un espacio prosocial y constructivo más que restrictivo.
En términos generales, el análisis de los datos de la presente investigación permite continuar investigando acerca del fenómeno del “Clima escolar” y su repercusión en la convivencia, puesto que a pesar de la buena percepción que poseen los estudiantes, directivos y docentes, en la práctica académica aún se observan manifestaciones de agresión, matoneo, bullying, ciberbullying, fracaso y deserción escolar, que reflejan un incremento en los titulares de la prensa y en la estadística de casos reportados. Estos últimos aspectos relacionados con el matoneo han sido ampliamente analizados por Hoyos (2005) entre otros.
Finalmente y en consistencia con los estudios de Rodríguez & Vaca (2010), surge la propuesta de desarrollar procesos comunitarios permanentes de promoción de la convivencia escolar, que a su vez permitan el monitoreo y seguimiento continuo de los procesos que se adelantan en el Observatorio de Convivencia Escolar.



Referencias
1.    Arón, A. & Milicic, N. (1999). Clima social escolar y desarrollo personal: Un programa de mejoramiento. Editorial Andrés Bello: Santiago de Chile.
2.    Arón, A.M. & Milicic, N. (2000). Climas Sociales Tóxicos y Climas Nutritivos para el Desarrollo Personal en el Contexto Escolar. Revista Psykhé, 9 (1), 117-124.
3.    Ascorra, A., Arias, H. & Graff, C. (2003). La escuela como contexto de contención social y afectiva.
4.    Revista Enfoques Educacionales, 5 (1), 117-123. Berkowitz, L. (1996). Agresión. Causas, consecuencias y control. Bilbao: DDB.
5.    Blaya, C., Debarbieux, E., Rey-Alamillo, R. & Ortega-Ruiz, R. (2006). Clima y violencia escolar. Un estudio comparativo entre España y Francia. Revista de Educación, 339 (1) 293-331.
6.    Cere. (1993). Evaluar el contexto educativo. Documento de Estudio. Vitoria: Ministerio de Educación y Cultura, Gobierno Vasco.
7.    Cepeda, L. (2013). La economía de Barranquilla a comienzos del siglo XXI. Bogotá: Banco de la República. Chaux, E. (2010). Aulas en Paz: Alternativa a la violencia escolar. Periódico de la Policía Nacional de Colombia, 4, 15.
8.    Chaux, E. (2012). Educación, convivencia y agresión escolar. Bogotá: Ediciones Uniandes. Taurus, Santillana.
9.    Cornejo, R y Redondo, J. (2001). El clima escolar percibido por los alumnos de enseñanza media. Una investigación en algunos liceos de la región metropolitana. Última Década, 15, 11-52.
10. Erazo-Santander, O. A. (2010). Reflexiones sobre la violencia escolar. Revista de Psicología GEPU, 1 (3), 74 - 86.
11. Forero-Londoño, O. F. (2011). La violencia escolar como régimen de visibilidad. Magis, Revista Internacional de Investigación en Educación, Julio-Diciembre, 399-413.
12. García-H. M. & Cubo D. S. (2009). Convivencia escolar en Secundaria: aplicación de un modelo de mejora del clima social. REIFOP, 12 (1), 51-62. Recuperado de: http://www.aufop.com/
13. García-Pujadas, M. I., Pérez-Almaguer, R. y Hernández- Batista, R. (2013) Convivencia escolar en secundaria básica. Ciencias Holguín, 19 (3), julio-septiembre, 1-11. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/1815/181528709007.pdf
14. Gómez-Bahillo, C., Puyal, E., Sanz, A., Elboj, C. y Sanagustin, M. (2006). Las relaciones de convivencia y conflicto escolar en los centros educativos aragoneses de enseñanza no Universitaria. Análisis y propuesta desde una perspectiva socioeducativa. España: Gobierno de Aragón.
15. Hermida, M., Valencia, I. y Madariaga, C. (2013). Intervención psicosocial a jóvenes en situación de riesgo pertenecientes a pandillas en el Distrito de Barranquilla.
16. Colombia: Alcaldía Distrital de Barranquilla.
17. Hoy. W. K. y Miskel, C. G. (1996). Educational administration. Theory, research and practice (5ª ed.). Londres: McGraw-Hill.
18. Hoyos, O. (2005). Caracterización del maltrato entre iguales en una muestra de colegios de Barranquilla (Colombia). Psicología desde el Caribe, 16 (1), 1-28, 2005.
19. Hoyos, O., Romero, L., Valega, S. y Molinares, C. (2009). El maltrato entre iguales por abuso de poder y exclusión social en estudiantes de una universidad privada de la ciudad de Barranquilla. Pensamiento Psicológico, 6 (13), 109-125.
20. Hoyos, O. L. R., Llanos M. M. & Valega, S. J. (2012). El maltrato entre iguales por abuso de poder en el contexto universitario: incidencia, manifestaciones y estrategias de solución. Universitas Psychologica, 11 (3), 793-802.
21. Kröyer, O. N., Muñoz Reyes, M. & Ansorena Carrasco, N. E. (2012). Normativa y reglamentos de convivencia escolar, ¿una oportunidad o una carga para la escuela?. Educere, 16(55), 373-384. Recuperado de: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35626140002
22. Lacouture, G. (1996) El legado de Kurt Lewin. Revista Latinoamericana de Psicología, 28 (1), 159-163. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/805/80528113.pdf
23. Peñaranda, F. (2006). Hacia una comprensión de la construcción de significados sobre la crianza en el programa de crecimiento. Manizales - Colombia.Tesis doctoral, Cinde - Universidad de Manizales.18
24. El Clima Escolar Como Elemento Fundamental de la Convivencia en la Escuela Plan Distrital de Educación 2010-2020. Secretaría de Educación de Barranquilla.
25. Ministerio de Educación Nacional (2005) Plan Nacional Decenal de Educación 2006-2016.
26. Rodríguez, D. (2004). Diagnóstico organizacional. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile.
27. Rodríguez-Jarez, X. (2004). Educar para la paz en tiempos difíciles. España: Bakeaz.
28. Rodríguez, M. C. & Vaca P. (2010) Promover la convivencia escolar: una propuesta de intervención comunitaria. Aletheia, 33(3), 179-189. Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/1150/115021494016.pdf
29. Torres, L. y Páez, K. (2010). Caracterización de los Conflictos Escolares en los grados Octavo y Noveno, en instituciones de Barranquilla. Tesis de Maestría no publicada. SUE Caribe. Universidad del Atlántico. Barranquilla, Colombia.
30. Valdés, H., Treviño, E., Castro, M., Carrillo, S., Bogoya, D., Costilla, R. y Acevedo, G. (2008). Los aprendizajes de los estudiantes de América Latina y el Caribe.

31. Primer reporte de los resultados del Segundo Estudio Regional comparativo y Explicativo, Santiago de Chile, Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe.

viernes, 10 de marzo de 2017

SABER VIVIR

ENSEÑAR A VIVIR
Edgar Morin*

Marzo 2017

¿Qué significa vivir? La palabra vivir tiene un primer sentido: estar vivo. Pero alcanza un sentido pleno cuando se diferencia vivir de sobrevivir. Sobrevivir es subvivir, hallarse privado de las alegrías que puede proporcionar la vida, satisfacer difícilmente las necesidades elementales y alimentarias, no poder desarrollar sus cualidades y aptitudes propias. En muchas sociedades, entre ellas la nuestra, una parte de la población está condenada a sobrevivir. Pero la mayor parte vive alternando el sobrevivir y el vivir. Sufrir restricciones, obligaciones, ¿es vivir bien? ¿No es vivir de modo prosaico, es decir sin placeres, alegrías, satisfacciones, mientras que vivir poéticamente sería desarrollarse en la plenitud, la comunión, el amor, el juego?¿ Y no estamos condenados a alternar lo prosaico y lo poético en nuestras vidas? Nuestros momentos de plenitud ¿no son aquellos en los que sentimos que «estamos bien»? Estar bien y bienestar son entonces sinónimos: estamos en bienestar cerca de una persona amada, en una comensalidad amistosa, después de una buena acción, en medio de un bello paisaje. Pero la palabra bienestar se ha degradado al identificarlo con los conforts materiales y las facilidades técnicas que produce nuestra civilización. Es el bienestar de los sillones profundos, de los comandos a distancia, de las vacaciones en Polinesia, del dinero siempre disponible.  
El crecimiento de las cifras del PBI, del consumo familiar, de los índices de satisfacción de los consumidores marcan el crecimiento de ese bienestar, pero ignoran que en el crecimiento del bienestar material se desarrolla un malestar psíquico y moral. Es la lección de la juventud californiana que, en la década de 1960, huyó del bienestar de las familias más ricas del mundo para vivir en comunidades frugales y buscar la intensidad de vivir en el éxtasis de los conciertos de rock, de las hierbas y las drogas. Hoy es la vía de la sobriedad feliz que propone Pierre Rahbi (1). De hecho, el bienestar occidental se identifica con el tener mucho, a la vez que hay una oposición, muchas veces señalada, entre el ser y tener. La noción de buen vivir* engloba todos los aspectos positivos del bienestar occidental, rechaza los aspectos negativos que provocan malestar y abre la vía a una búsqueda [1]del bien vivir que comporta aspectos psicológicos, morales, de solidaridad, de buena convivencia. Entonces habría que introducir en la preocupación pedagógica el vivir bien, el «savoir vivre», el «arte de vivir», y eso se vuelve cada vez más necesario en la degradación de la calidad de vida en el reino del cálculo y de la cantidad, en la burocratización de las costumbres, en el progreso del anonimato, de la instrumentalización en la que el ser humano es tratado como objeto, en la aceleración generalizada, desde el fast food hasta la vida cada vez más cronometrada. 

Llegamos a la idea de que la aspiración al bien vivir requiere de la enseñanza de un saber-vivir en nuestra civilización. Vivir se sitúa concretamente en un tiempo y en un lugar. El tiempo es el nuestro y el lugar no es solamente nuestro país, sino nuestra civilización típicamente occidental en su economía, sus técnicas, sus costumbres, con sus problemas de vida cotidiana.








*Morin, Edgar Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación - 1 ª ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Nueva Visión, 2015. 144 pp.
1. Pierre Rahbi, Vers la sobriété heureuse, Actes Sud, 201 O [Hacía la sobriedad feliz, Madrid, Errata Naturae, 2013].



lunes, 6 de marzo de 2017

LOS ECOSISTEMAS SOCIO-CULTURALES

LOS ECOSISTEMAS SOCIO-CULTURALES

Mtro. Edgard González Suárez
05 de marzo de 2017


Llamamos eco-sistema socio-cultural al entramado de subsistemas que dan viabilidad al desarrollo y potencial del hombre. Desde la esfera económica hasta la medio ambiental. Los ecosistemas socio-culturales están compuesto por cinco subsistemas estructurales que son interdependientes: 

a)   El potencial individual (alimentación, salud, conocimientos y afectividad)
b)   El organización institucional (familia, trabajo, comunidad, derechos y valores)
c)   El desarrollo tecnológico (ciencia y tecnología)
d)   Los sectores poblacionales (diferenciación, diversidad y desigualdad social)
e)   El medio ambiente (entorno micro-locales, regionales, estatales, nacionales e internacionales)

La dinámica y correlación de estos subsistemas permite analizar,  descomponer y evaluar la importancia o énfasis de cada uno de ellos en la viabilidad de los grupos humanos en el mundo.
Desde hace 70 años el concepto de sistema viene ganando adeptos como marco de interpretación del orden y del cambio social. Y desde hace treinta, los subsistemas tecnológico y Medio ambiental cobraron fuerza a raíz del deterioro del planeta y la revolución cibernética en el mundo.
Algunos análisis ponderan unos subsistemas sobre otros, creando la sensación de que “controlando” unos se puede “controlar” a los otros. Así, hay quien piensa que la tecnología es la variable independiente que arrastra a todos a su paso, es indetectable e imparable. Otros suponen que la desigualdad social y la diversidad socio-cultural llevarán a la sociedad humana al caos y a la destrucción. Unos más piensan que la producción, el trabajo y el intercambio son la moneda que define el cambio y la transformación social.
Como se mire el sistema mundo, los subsistemas estructurales forman un todo muy complejo, caótico y de difícil predicción. La dinámica conflictiva y contradictoria de estos subsistemas generan procesos de desgaste, caos, contradicción, pero también de adaptación, reorganización y síntesis de los principales elementos y por su puesto de sobrevivencia de los ecosistemas-socio-culturales.

La mirada radical reivindica un enfoque sustentable para “contener” o “administrar” las variables más radicales o que imprimen ciertos efectos negativos al ecosistema socio-cultural. Introduciendo una mirada comunitaria, colectiva y ética para defendernos y prepararnos de los daños irreversibles del conflicto sistémico. Reivindica cambios estructurales en los otros subsistemas.
La mirada escéptica asume por definición que no hay “mal que por bien no venga”, que el ecosistema tiene la potencialidad para sobrevivir, y que lo importante es explotar al máximo las capacidades actuales, presentes y posibles del sistema, que es un error “pensar” en cómo debe ser o podría ser el futuro. El ecosistema socio-cultural no piensa en un futuro inexistente, sino en el presente como oportunidad máxima.
Por otro lado, cada vez más el debate y la hegemonía discursiva se traslada a los análisis de radicales y escépticos. Es decir, cada día avanza más la noción de que vivimos en un eco-sistema-socio-cultural, donde la integralidad e interdependencia de los subsistemas es cada vez más nítida, más visible, más compleja y sobre todo más caótica.

La lucha ideológica es ahora por modelos sistémicos sustentables, y los escépticos, aquellos que dudan que el ecosistema socio-cultural entrañe su propia destrucción, parece que han empezado a disimular sus resistencias.
Para impulsar un modelo sostenible se requiere una cultura cívico-democrática que tenga la información y los conocimientos necesarios para garantizar la viabilidad de los ecosistemas socio-culturales en un futuro mediato, 50 años por ejemplo. Se necesitan ciudades sostenibles, escuelas sostenibles, familias sostenibles, etc. Se requiere una radicalidad democrática, para construir e imaginar otras formas de organización que garantice la sobrevivencia de la organización social.


Falta mucho por hacer, la transformación cultural y de valores apenas comienza, 50 o 30 años apenas dejan sus frutos, faltarán algunos más para convertir en políticas públicas el deseo de preservar la vida y los ecosistemas socio-culturales.

EL DISCURSO DESESPERADO DE LA DERECHA

  MACROSCOPIO Edgard González Suárez 22 de enero de 2024     EL DISCURSO DESESPERADO DE LA DERECHA En uno de los discursos más s...