miércoles, 29 de abril de 2020

HABITUS Y ESQUEMAS DE COMPORTAMIENTO


Habitus.

Pierre Bourdieu

Publicado el 27/07/2017 por Grupo Akal   



Hijo único de una familia muy humilde (su padre era cartero), Bourdieu nació en un pequeño pueblo del suroeste francés, en 1930. Siendo estudiante, un profesor descubrió su enorme talento y le recomendó que se trasladara a París para estudiar. Tras licenciarse en filosofía en la prestigiosa École Normale Supérieure, impartió clases en la Universidad de Argel, donde fue profesor durante la guerra de Argelia (1956–1962).


En esa época llevó a cabo varios estudios etnográficos que utilizó en su primer libro, Sociología de Argelia (1958). Después de volver a Francia, se incorporó a la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y en 1981 se convirtió en profesor del Collège de France. Pensaba que la investigación tenía que traducirse en acción, lo que le llevó a implicarse en muchas protestas políticas contra las desigualdades y la injusticia. Falleció en 2002.



La sensación de estar en su lugar

§  Enfoque: Habitus

§  Fechas clave:

§  * 1900–1920 Según Max Weber, «cabe esperar un estilo de vida específico de quienes desean pertenecer al círculo».

§  * 1934 El artículo «Les techniques du corps» del sociólogo y antropólogo francés Marcel Mauss pone los cimientos para la reelaboración del concepto de «habitus» por Pierre Bourdieu.

§  * 1966 El historiador inglés E. P. Thompson afirma que la clase es «una relación que debe encarnarse siempre en personas reales y en un contexto real».

§  * 2003 Nancy Fraser, filósofa estadounidense, asegura que en la sociedad capitalista la estructura de clase y la jerarquía de estatus no se solapan, sino que interactúan


De Karl Marx a Émile Durkheim, y desde Max Weber hasta Talcott Parsons, los sociólogos han tratado de comprender cómo se reproduce y perpetúa el sistema de clases sociales, considerándolo ligado estructuralmente a la economía, la propiedad y los activos financieros.

Sin embargo, en la década de 1970, Pierre Bourdieu afirmó en La distinction que la cuestión era más compleja: la clase social no se define solo por la economía, sino también «por el habitus de clase que se asocia normalmente a esta posición». El concepto de habitus procede de la escolástica medieval. Para el teólogo italiano del siglo XIII santo Tomás de Aquino, las cosas que uno desea o que le gustan y la forma de comportarse se deben a que se ve a sí mismo como un cierto tipo de persona: cada uno tiene una inclinación particular, o habitus. 

Bourdieu define el habitus como un conjunto de disposiciones socialmente adquiridas que mueven a los individuos a vivir de manera similar a la de otros miembros de su grupo social. Un individuo de una clase determinada «sabe» que algo es vulgar o pretencioso, mientras que a una persona de otra clase le parecerá bello o impactante. Esto se aprende en la infancia de la familia y después en la escuela de los compañeros, que enseñan al niño cómo hablar y comportarse. De esta manera, afirma Bourdieu, «el orden social se inscribe progresivamente en la mente de las personas».






Disposiciones de clase



Mientras estudiaba las divisiones sociales en la Francia de la década de 1960, Bourdieu observó que las personas de la misma clase compartían valores culturales similares. Conocían y valoraban las mismas cosas, hablaban y vestían de la misma manera y tenían los mismos gustos en materia de arte, ocio y entretenimiento. Los franceses de las clases altas disfrutaban leyendo poesía y ensayos filosóficos y políticos, asistían a funciones de teatro clásico o de vanguardia y a conciertos de música clásica, y sus actividades al aire libre preferidas eran el camping y el montañismo.

Por el contrario, las clases trabajadoras preferían leer novelas y revistas, los espectáculos de variedades, las compras y los coches de lujo. En ambos casos, el abanico de opciones era relativamente limitado y no lo determinaba el precio, sino los gustos. Si los miembros de una determinada clase, o «fracción de clase», compartían gustos era porque compartían disposiciones o habitus. De algún modo habían llegado a gustarles o no gustarles las mismas cosas. Era esta conciencia de un habitus común lo que les confería una noción clara de su posición social: «encajaban» en una u otra clase.

La construcción del habitus no se debe al individuo ni al entorno, sino a la interacción de la mente subjetiva con las estructuras y las instituciones que rodean a la persona. Los individuos nacen en un grupo social particular, definido por un estilo de vida específico, al que Bourdieu llama «habitus de grupo». Cada fracción de clase tiene un habitus de grupo que lo define y a la vez lo diferencia de todos los demás habitus de grupo de la sociedad.

El habitus de grupo también se halla inscrito en las actitudes y gestos del individuo: se puede descubrir la clase social de una persona por su forma de caminar, hablar, reír o llorar, y por todo lo que hace, piensa y dice. Por lo general, al haber nacido y crecido en un habitus de grupo particular, los individuos no suelen ser conscientes del modo en que el habitus conforma y limita su manera de pensar, actuar e interactuar con el mundo que les rodea. El habitus, como interiorización de las disposiciones del grupo al que se pertenece, aporta a cada uno una noción precisa del tipo de persona que es y de lo que deben pensar y sentir, y del modo en que deben comportarse los que son como él. El habitus proporciona a los individuos la sensación de estar en su lugar, de que su estructura interna corresponde perfectamente a la estructura de su mundo externo. Si saliera de este para aventurase en los «campos» (instituciones o estructuras) de una clase diferente, se sentirían como un pez fuera del agua, desplazados y dando constantes tropiezos.

Formas de capital

Bourdieu sostiene que el habitus de un individuo se compone de diferentes tipos y cantidades de capital (económico, cultural y social), que redefinió como «el conjunto de recursos y poder utilizables de hecho» de que dispone una persona. El capital económico se compone de los recursos monetarios y la propiedad. El capital cultural de una persona es su capacidad para «jugar al juego de la cultura»: reconocer las referencias en libros, películas y obras de teatro; saber cómo comportarse en determinadas situaciones (los modales y la conversación adecuada en la mesa); saber qué vestir, e incluso «a quién mirar por encima del hombro». Como el habitus define a una persona en cualquier situación como perteneciente a cierta clase o grupo, es esencial para marcar el orden social. Bourdieu afirma que el habitus se evidencia con frecuencia en los «juicios de gusto», emitidos sobre algo, por ejemplo una obra de arte, pero que clasifican a la persona que habla. Cuando una persona dice que un cuadro es «bonito» o lo califica de «anticuado», nos está diciendo mucho más de ella misma y de su habitus que del cuadro. Así, las personas emplean estos juicios deliberadamente con objeto de distinguirse de sus vecinos y establecer su clase.

El capital social es la red de las personas con las que se mantiene relación (amigos y colegas) y que pueden aportar poder e influencia. En la actualidad, el éxito de algunas redes sociales como Facebook y LinkedIn ilustra la importancia de esta forma de capital.

Bourdieu añade también un capital simbólico, conocido comúnmente como autoridad, fama o reputación, que es la forma conocida y reconocida por otros de los otros tipos de capital; un capital lingüístico (dominio del lenguaje, que determina quién tiene autoridad para hablar y ser escuchado) y un capital político (posición dentro del mundo de la política), como otros factores que desempeñan un papel fundamental en la clase social.

El juego social

 La lucha de clases descrita exhaustivamente por Marx puede librarse a nivel individual, según Bourdieu. El individuo se desarrolla dentro de relaciones (la familia y la escuela) antes de entrar en diversos «campos» sociales (como instituciones y grupos sociales), en los cuales expresan y reproducen de forma constante su habitus. El éxito o el fracaso de los individuos en los campos en los que entran dependen de su habitus y de su capital. Cada campo posee un conjunto de normas que refleja el habitus del grupo, hasta el punto de que se da por hecho que tales normas son de «sentido común». Las personas obtienen reconocimiento por su «capital simbólico» y su valor dentro del campo.     

El capital simbó- lico representa el total de todas las otras formas de capital y se refleja en el prestigio, la reputación de competencia o la posición social. A lo largo de su vida las personas ponen en juego sus diversos tipos de capital. En competencia unas contra otras, elaboran estrategias para tratar de aumentar su poder y su capital. Las formas particulares que pueden tomar estas estrategias están regidas por el habitus, pero la mayoría de las personas no son conscientes del grado en que sus actos y lo que eligen en la vida están determinados por estas disposiciones adquiridas.

La posibilidad de cambio

Bourdieu, al admitir que el capital cultural está tan sólidamente cimentado sobre el habitus constantemente reproducido que todos llevamos interiorizado, es más bien pesimista respecto a las posibilidades de movilidad social. Sin embargo, el habitus es susceptible de cambio por efecto de diversas fuerzas dentro del campo. La interacción de instituciones e individuos normalmente refuerza las ideas existentes, pero es posible que una persona de clase social baja adquiera capital cultural, por ejemplo, si se le facilita el acceso a una buena escuela. Esto a su vez puede aumentar su capital económico y permitirle enviar a sus hijos a escuelas privadas, de manera que estos tendrán la oportunidad de gozar de un mayor capital económico y cultural y de un habitus diferente. Bourdieu sostiene que todas las formas del capital están interrelacionadas: las personas convierten su capital económico en capital cultural y social con el fin de mejorar sus perspectivas de vida. 
El habitus analizado por Bourdieu ha tenido un enorme impacto en el debate sociológico de las últimas décadas. Refleja hasta qué punto las estructuras y los procesos sociales impersonales influyen en las que se suponen disposiciones personales singulares y reúne percepciones de varios pensadores destacados en un único concepto compacto y versátil.

El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la sociología”







                                                              

lunes, 20 de abril de 2020

LOS SISTEMAS SOCIALES BAJO PRUEBA


LOS SISTEMAS SOCIALES BAJO  PRUEBA.

19 de abril de 2020


Edgard González Suárez
Comentario para el grupo FM-Veracruz



Los sistemas sociales están sometidos a una prueba no antes vista, desde los sistemas internacionales: cooperación, comercialización, producción, intercambio cultural, la Guerra, el Conflicto y hasta la solidaridad internacional, están  siendo sometidos a prueba. Además en el ámbito local, los sistemas sanitarios, políticos, económicos, laborales, socio-culturales y educativos, por supuesto, se encuentran bajo una intensa irritación, e incluso amenaza constante.

La globalización nos ha traído ventajas y desventajas, como conocer y estar informados en tiempo real de todo tipo de sucesos, como la pandemia en curso, por ejemplo. También, el sistema global interconectado, nos ha permitido estar al tanto de las reacciones de los sistemas en otras latitudes, acceder a información -audio y video- al instante. Desde la perspectiva de las desventajas, la circulación de la información se da en múltiples sentidos, el más preocupante es un exceso de basura digital, de desinformación, incluso de mentiras y falsedades puras y llanas.  Un primer aprendizaje de esta tensión sistémica implica desarrollar la capacidad para discriminar y discernir críticamente la circulación de la información; por otro lado, reconocer que no todos los mexicanos estamos conectados a la red, ni manejamos o tenemos celulares inteligentes. En México hay 74.3 millones de usuarios de internet, es decir el 65.8% de la población total nacional; de ellos 51.5% son mujeres y 48.5% hombres. En la mayoría del mundo rural no hay acceso a internet, y en las ciudades y concentraciones urbanas y suburbanas, solo 6 de cada 10 personas están conectados a internet, y de esas 6 personas, 4 son jóvenes.  Esto, en números fijos, quiere decir que cerca de 45 millones de mexicanos no tienen acceso a internet.


La clave (amigos del público) no es la cantidad de información sino la calidad y de que manera esa información disponible en el espacio virtual se puede convertir en conocimiento para beneficio de las sociedades. De que manera los sistemas absorben las amenazas y los riesgos y son capaces de reconfigurarse frente a un entorno siempre hostil.

Cuando se habla de complejidad no se hace solo de manera abstracta o teórica, sino que se puede observar de manera práctica, como es el caso del Coronavirus, una epidemia que tendrá efectos directos en varios de los subsistemas sociales modernos.

Nuestro país Jorge, tiene a 25 millones de estudiantes de primaria, secundaria, bachillerato, universitarios y de posgrado parados y confinados en sus casas. Detener en seco a 23 millones de personas es un aporte al cuidado y solidaridad de todos los ciudadanos, pero al mismo tiempo representa un reto pasados ya 30 días de confinamiento.

Amigos si tomamos en cuenta que el sistema escolar esta fundado precisamente en la escuela, un centro de reunión físico, como el aula y bajo la supervisión, vigilancia y exposición del profesor. Enfrentar de repente una situación de emergencia para salvar los cursos y hacerlo desde y con los mecanismos digitales parece una trae nada fácil, y que seguramente dejará varios aprendizajes a todos en el sistema educativo.

Por ahora el sistema educativo se enfrenta de manera inmediata a salvar los cursos, y actividades programadas para este año, que por obvias razones se vieron alteradas como toda la vida cotidiana en nuestro país.


Maestros, maestras, alumnos y administrativos confinados en casa. Avances programáticos irregulares, sistemas de evaluación alterados, prácticas pedagógicas inéditas e inconsistentes, proximidad de los alumnos a las tareas del aprendizaje desigual y contradictorias, discapacidades docentes en el manejo de herramientas digitales, etc.

Por otro lado, la educación privada, quizá con mejores infraestructuras físicas y sociales se ven amenazadas con el pago corriente de las colegiaturas, y por ende  de los servicios que ofrece. El principal insumo de la escuela pública y privada es la clase, y esta tendrá que transformarse, o por lo menos a transitar a formas menos tradicionales para aprender.


EL DISCURSO DESESPERADO DE LA DERECHA

  MACROSCOPIO Edgard González Suárez 22 de enero de 2024     EL DISCURSO DESESPERADO DE LA DERECHA En uno de los discursos más s...