viernes, 10 de marzo de 2017

SABER VIVIR

ENSEÑAR A VIVIR
Edgar Morin*

Marzo 2017

¿Qué significa vivir? La palabra vivir tiene un primer sentido: estar vivo. Pero alcanza un sentido pleno cuando se diferencia vivir de sobrevivir. Sobrevivir es subvivir, hallarse privado de las alegrías que puede proporcionar la vida, satisfacer difícilmente las necesidades elementales y alimentarias, no poder desarrollar sus cualidades y aptitudes propias. En muchas sociedades, entre ellas la nuestra, una parte de la población está condenada a sobrevivir. Pero la mayor parte vive alternando el sobrevivir y el vivir. Sufrir restricciones, obligaciones, ¿es vivir bien? ¿No es vivir de modo prosaico, es decir sin placeres, alegrías, satisfacciones, mientras que vivir poéticamente sería desarrollarse en la plenitud, la comunión, el amor, el juego?¿ Y no estamos condenados a alternar lo prosaico y lo poético en nuestras vidas? Nuestros momentos de plenitud ¿no son aquellos en los que sentimos que «estamos bien»? Estar bien y bienestar son entonces sinónimos: estamos en bienestar cerca de una persona amada, en una comensalidad amistosa, después de una buena acción, en medio de un bello paisaje. Pero la palabra bienestar se ha degradado al identificarlo con los conforts materiales y las facilidades técnicas que produce nuestra civilización. Es el bienestar de los sillones profundos, de los comandos a distancia, de las vacaciones en Polinesia, del dinero siempre disponible.  
El crecimiento de las cifras del PBI, del consumo familiar, de los índices de satisfacción de los consumidores marcan el crecimiento de ese bienestar, pero ignoran que en el crecimiento del bienestar material se desarrolla un malestar psíquico y moral. Es la lección de la juventud californiana que, en la década de 1960, huyó del bienestar de las familias más ricas del mundo para vivir en comunidades frugales y buscar la intensidad de vivir en el éxtasis de los conciertos de rock, de las hierbas y las drogas. Hoy es la vía de la sobriedad feliz que propone Pierre Rahbi (1). De hecho, el bienestar occidental se identifica con el tener mucho, a la vez que hay una oposición, muchas veces señalada, entre el ser y tener. La noción de buen vivir* engloba todos los aspectos positivos del bienestar occidental, rechaza los aspectos negativos que provocan malestar y abre la vía a una búsqueda [1]del bien vivir que comporta aspectos psicológicos, morales, de solidaridad, de buena convivencia. Entonces habría que introducir en la preocupación pedagógica el vivir bien, el «savoir vivre», el «arte de vivir», y eso se vuelve cada vez más necesario en la degradación de la calidad de vida en el reino del cálculo y de la cantidad, en la burocratización de las costumbres, en el progreso del anonimato, de la instrumentalización en la que el ser humano es tratado como objeto, en la aceleración generalizada, desde el fast food hasta la vida cada vez más cronometrada. 

Llegamos a la idea de que la aspiración al bien vivir requiere de la enseñanza de un saber-vivir en nuestra civilización. Vivir se sitúa concretamente en un tiempo y en un lugar. El tiempo es el nuestro y el lugar no es solamente nuestro país, sino nuestra civilización típicamente occidental en su economía, sus técnicas, sus costumbres, con sus problemas de vida cotidiana.








*Morin, Edgar Enseñar a vivir. Manifiesto para cambiar la educación - 1 ª ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Nueva Visión, 2015. 144 pp.
1. Pierre Rahbi, Vers la sobriété heureuse, Actes Sud, 201 O [Hacía la sobriedad feliz, Madrid, Errata Naturae, 2013].



No hay comentarios:

EL DISCURSO DESESPERADO DE LA DERECHA

  MACROSCOPIO Edgard González Suárez 22 de enero de 2024     EL DISCURSO DESESPERADO DE LA DERECHA En uno de los discursos más s...