Habitus.
Pierre Bourdieu
Publicado el
27/07/2017 por Grupo
Akal
Hijo único de una familia muy humilde
(su padre era cartero), Bourdieu nació en un pequeño pueblo del suroeste
francés, en 1930. Siendo estudiante, un profesor descubrió su enorme talento y
le recomendó que se trasladara a París para estudiar. Tras licenciarse en
filosofía en la prestigiosa École Normale Supérieure, impartió clases en la
Universidad de Argel, donde fue profesor durante la guerra de Argelia
(1956–1962).
En
esa época llevó a cabo varios estudios etnográficos que utilizó en su primer
libro, Sociología de Argelia (1958). Después de volver a
Francia, se incorporó a la École des Hautes Études en Sciences Sociales de
París y en 1981 se convirtió en profesor del Collège de France. Pensaba que la
investigación tenía que traducirse en acción, lo que le llevó a implicarse en
muchas protestas políticas contra las desigualdades y la injusticia. Falleció
en 2002.
La
sensación de estar en su lugar
§ Enfoque: Habitus
§ Fechas clave:
§ * 1900–1920 Según Max Weber, «cabe esperar un estilo de vida específico
de quienes desean pertenecer al círculo».
§ * 1934 El artículo
«Les techniques du corps» del sociólogo y antropólogo francés Marcel Mauss pone los cimientos para la reelaboración
del concepto de «habitus» por Pierre Bourdieu.
§ * 1966 El historiador
inglés E. P. Thompson afirma que la clase es «una relación que
debe encarnarse siempre en personas reales y en un contexto real».
§ * 2003 Nancy Fraser, filósofa estadounidense, asegura que en
la sociedad capitalista la estructura de clase y la jerarquía de estatus no se
solapan, sino que interactúan
De Karl Marx a Émile Durkheim, y
desde Max Weber hasta Talcott Parsons, los sociólogos han tratado de comprender
cómo se reproduce y perpetúa el sistema de clases sociales, considerándolo
ligado estructuralmente a la economía, la propiedad y los activos financieros.
Sin
embargo, en la década de 1970, Pierre Bourdieu afirmó en La distinction que la cuestión era más compleja: la
clase social no se define solo por la economía, sino también «por el habitus de
clase que se asocia normalmente a esta posición». El concepto de habitus
procede de la escolástica medieval. Para el teólogo italiano del siglo XIII
santo Tomás de Aquino, las cosas que uno desea o que le gustan y la forma de
comportarse se deben a que se ve a sí mismo como un cierto tipo de persona:
cada uno tiene una inclinación particular, o habitus.
Bourdieu define el
habitus como un conjunto de disposiciones socialmente adquiridas que mueven a
los individuos a vivir de manera similar a la de otros miembros de su grupo
social. Un individuo de una clase determinada «sabe» que algo es vulgar o
pretencioso, mientras que a una persona de otra clase le parecerá bello o
impactante. Esto se aprende en la infancia de la familia y después en la
escuela de los compañeros, que enseñan al niño cómo hablar y comportarse. De
esta manera, afirma Bourdieu, «el orden social se inscribe progresivamente en la
mente de las personas».
Disposiciones
de clase
Mientras estudiaba las divisiones
sociales en la Francia de la década de 1960, Bourdieu observó que las personas
de la misma clase compartían valores culturales similares. Conocían y valoraban
las mismas cosas, hablaban y vestían de la misma manera y tenían los mismos
gustos en materia de arte, ocio y entretenimiento. Los franceses de las clases
altas disfrutaban leyendo poesía y ensayos filosóficos y políticos, asistían a
funciones de teatro clásico o de vanguardia y a conciertos de música clásica, y
sus actividades al aire libre preferidas eran el camping y el montañismo.
Por el contrario, las clases
trabajadoras preferían leer novelas y revistas, los espectáculos de variedades,
las compras y los coches de lujo. En ambos casos, el abanico de opciones era relativamente
limitado y no lo determinaba el precio, sino los gustos. Si los miembros de una
determinada clase, o «fracción de clase», compartían gustos era porque
compartían disposiciones o habitus. De algún modo habían llegado a gustarles o
no gustarles las mismas cosas. Era esta conciencia de un habitus común lo que
les confería una noción clara de su posición social: «encajaban» en una u otra
clase.
La construcción del habitus no se
debe al individuo ni al entorno, sino a la interacción de la mente subjetiva
con las estructuras y las instituciones que rodean a la persona. Los individuos
nacen en un grupo social particular, definido por un estilo de vida específico,
al que Bourdieu llama «habitus de grupo». Cada fracción de clase tiene un
habitus de grupo que lo define y a la vez lo diferencia de todos los demás
habitus de grupo de la sociedad.
El habitus de grupo también se halla inscrito en
las actitudes y gestos del individuo: se puede descubrir la clase social de una
persona por su forma de caminar, hablar, reír o llorar, y por todo lo que hace,
piensa y dice. Por lo general, al haber nacido y crecido en un habitus de grupo
particular, los individuos no suelen ser conscientes del modo en que el habitus
conforma y limita su manera de pensar, actuar e interactuar con el mundo que
les rodea. El habitus, como interiorización de las disposiciones del grupo al
que se pertenece, aporta a cada uno una noción precisa del tipo de persona que
es y de lo que deben pensar y sentir, y del modo en que deben comportarse los
que son como él. El habitus proporciona a los individuos la sensación de estar
en su lugar, de que su estructura interna corresponde perfectamente a la
estructura de su mundo externo. Si saliera de este para aventurase en los
«campos» (instituciones o estructuras) de una clase diferente, se sentirían
como un pez fuera del agua, desplazados y dando constantes tropiezos.
Formas
de capital
Bourdieu sostiene que el habitus de
un individuo se compone de diferentes tipos y cantidades de capital (económico,
cultural y social), que redefinió como «el conjunto de recursos y poder
utilizables de hecho» de que dispone una persona. El capital económico se
compone de los recursos monetarios y la propiedad. El capital cultural de una
persona es su capacidad para «jugar al juego de la cultura»: reconocer las
referencias en libros, películas y obras de teatro; saber cómo comportarse en
determinadas situaciones (los modales y la conversación adecuada en la mesa);
saber qué vestir, e incluso «a quién mirar por encima del hombro». Como el
habitus define a una persona en cualquier situación como perteneciente a cierta
clase o grupo, es esencial para marcar el orden social. Bourdieu afirma que el
habitus se evidencia con frecuencia en los «juicios de gusto», emitidos
sobre algo, por ejemplo una obra de arte, pero que clasifican a la persona que
habla. Cuando una persona dice que un cuadro es «bonito» o lo califica de
«anticuado», nos está diciendo mucho más de ella misma y de su habitus que del
cuadro. Así, las personas emplean estos juicios deliberadamente con objeto de
distinguirse de sus vecinos y establecer su clase.
El capital social es la red de las
personas con las que se mantiene relación (amigos y colegas) y que pueden
aportar poder e influencia. En la actualidad, el éxito de algunas redes sociales
como Facebook y LinkedIn ilustra la importancia de esta forma de capital.
Bourdieu añade también un capital
simbólico, conocido comúnmente como autoridad, fama o reputación, que es la
forma conocida y reconocida por otros de los otros tipos de capital; un capital
lingüístico (dominio del lenguaje, que determina quién tiene autoridad para
hablar y ser escuchado) y un capital político (posición dentro del mundo de la
política), como otros factores que desempeñan un papel fundamental en la clase
social.
El
juego social
La lucha de clases descrita
exhaustivamente por Marx puede librarse a nivel individual, según Bourdieu. El
individuo se desarrolla dentro de relaciones (la familia y la escuela) antes de
entrar en diversos «campos» sociales (como instituciones y grupos sociales), en
los cuales expresan y reproducen de forma constante su habitus. El éxito o el
fracaso de los individuos en los campos en los que entran dependen de su
habitus y de su capital. Cada campo posee un conjunto de normas que refleja el
habitus del grupo, hasta el punto de que se da por hecho que tales normas son
de «sentido común». Las personas obtienen reconocimiento por su «capital
simbólico» y su valor dentro del campo.
El capital simbó- lico representa el
total de todas las otras formas de capital y se refleja en el prestigio, la
reputación de competencia o la posición social. A lo largo de su vida las
personas ponen en juego sus diversos tipos de capital. En competencia unas
contra otras, elaboran estrategias para tratar de aumentar su poder y su capital.
Las formas particulares que pueden tomar estas estrategias están regidas por el
habitus, pero la mayoría de las personas no son conscientes del grado en que
sus actos y lo que eligen en la vida están determinados por estas disposiciones
adquiridas.
La
posibilidad de cambio
Bourdieu, al admitir que el capital
cultural está tan sólidamente cimentado sobre el habitus constantemente
reproducido que todos llevamos interiorizado, es más bien pesimista respecto a
las posibilidades de movilidad social. Sin embargo, el habitus es susceptible
de cambio por efecto de diversas fuerzas dentro del campo. La interacción de
instituciones e individuos normalmente refuerza las ideas existentes, pero es
posible que una persona de clase social baja adquiera capital cultural, por
ejemplo, si se le facilita el acceso a una buena escuela. Esto a su vez puede
aumentar su capital económico y permitirle enviar a sus hijos a escuelas
privadas, de manera que estos tendrán la oportunidad de gozar de un mayor
capital económico y cultural y de un habitus diferente. Bourdieu sostiene que
todas las formas del capital están interrelacionadas: las personas convierten
su capital económico en capital cultural y social con el fin de mejorar sus
perspectivas de vida.
El habitus analizado por Bourdieu ha
tenido un enorme impacto en el debate sociológico de las últimas décadas.
Refleja hasta qué punto las estructuras y los procesos sociales impersonales
influyen en las que se suponen disposiciones personales singulares y reúne
percepciones de varios pensadores destacados en un único concepto compacto y
versátil.
El
texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “El libro de la
sociología”
§ Artículo relacionado: Pierre Bourdieu. Habla, mercado lingüístico y poder simbólico